A pesar que los años pasaron y que el terrible villano se encuentra ahora en el hermoso reino de los cielos, jamás olvidaré su rostro y, mucho menos, su temible voz, aquella que le permitía superar cualquier tipo de dificultad y le otorgaba la posibilidad de desarrollar aún más su gran habilidad: la de ahuyentar.
Con mis escasos años y la inocencia en el máximo esplendor, conocía a la perfección el meticuloso procedimiento que llevaba al cabo el desconocido hombre de boina gris. Tan pronto como se ocultaba el sol, el “cuco” salía al acecho. Traspasaba la rústica puerta de su casa y caminaba un par de cuadras, con el propósito de degustar la exquisita pizza que vendía mi madre, o mejor dicho, de arruinar lo que, en algún momento, podría haber sido el mejor día de mi vida.
Siempre ocurría lo mismo, era una pesadilla de nunca acabar. Por más que pusiera todo el esfuerzo del mundo en despertarme, sabía muy bien que la situación no iba a cambiar, pues la mayoría de las veces contaba con la desgracia de no estar bajo las garras del dulce Morfeo. De esta manera, lo único que me quedaba por hacer era respirar hondo y disfrutar el paisaje urbano, para así olvidarme completamente de las amenazas, del terrorífico “te voy a secuestrar”.
El recorrido que realizaba no lo modificaba en lo más mínimo, ya que más allá de que le temía profundamente a lo desconocido y no poseía la edad suficiente como para trasladarme hacia otros lugares, adoraba la antigua arquitectura que se apreciaba a lo largo de la calle Defensa. Los diminutos balcones y los techos al estilo francés era lo que me resultaba más impactante.
Me encantaba sumergirme en la historia, observar detenidamente los edificios e imaginar que me hallaba bien lejos del peligro. Sin embargo, cada vez que conseguía remontarme a mis orígenes europeos, aparecía el torturante anciano de tez morena, para recordarme que debía mantenerme bien alerta.
Con el correr del tiempo y luego de varios sustos por delante, no sólo comprendí que todo formaba parte de una “inocente broma”, sino que también conocí parte de su solitaria vida. Es por eso, que al escuchar la noticia de su muerte no pude evitar derramar unas cuantas lágrimas de tristeza.
Continuará...
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