martes, 25 de septiembre de 2012

Ser o no ser.... directa o indirecta



  El otro día me subí al colectivo y realicé un viaje a lo más profundo de mis pensamientos. Millones de situaciones venían a mi mente. Algunas absurdas, otras no tanto. Pero todas giraban en torno a un mismo tema, a una misma problemática: ¿Se debe ser directo o se debe aprender a captar las indirectas?

  La cuestión no es fácil de resolver, hay muchos factores externos en juego. Siendo directo muchas veces corres el riesgo de herir la susceptibilidad de la otra persona, de hacerla llorar hasta la muerte o, en su defecto, de quedar como un completo idiota.

Caso I

-          ¿Crees que engorde?
-          La verdad que sí. Estás hecha una vaca.
-          Anda a cagar (entre llantos)

Caso II

-          Quiero que sepas que te parto en ocho
-          Y yo que no te veo ni en figurita


  Sin embargo, nada es completamente negro. También puede pasar que gracias a ello termines acabando en un telo. La clave está en saber cuando es el momento indicado. En determinadas oportunidades conviene ser más poético, conviene utilizar las indirectas, con el riesgo que ello implica: que el otro no las entienda.

Caso I

-          ¿Crees que engorde?
-          Pienso que te verías mejor rodeada de verde y con una manzana en la boca.
-          Tenés razón. Debería ir al campo de mi abuela

Caso II

-          Te invito a comer a un parrilla
-          Soy vegetariana
-          Entonces te invito a tomar un helado
-          El frío quema mis neuronas
-          ¿Un café?
-          Me da diarrea crónica
-          ¿A caminar?
-          No tengo pies

Y así sucesivamente.

  Entonces… ¿No es más sencillo ir al grano y listo? Pues no siempre lo es. Por eso, lo que vengo a proponer es que no hinchemos más las pelotas. Seamos sinceros con nosotros mismos y aprendamos a captar las indirectas.  

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