Fascinados e impresionados por la hermosa arquitectura del lugar los turistas hacen lucir el sonido de sus cámaras. Quieren llevarse consigo aunque sea un pequeño recuerdo, una mínima insignia que garantice la veracidad de sus palabras y genere la envidia de los demás. No obstante, sus esfuerzos son en vano. Por más que lo intenten, no obtendrán la fotografía adecuada, aquella que revele las múltiples luchas que atravesó el antiguo café…
Todo comenzó en la década del 20 con el triunfo de los “Aliados”, con el fin de la Primera Guerra Mundial. Es ahí, en plena recuperación económica, cuando un grupo de ex combatientes ingleses decide abandonar su país de origen y trasladarse a la creciente Argentina.
Si bien en un principio tuvieron ciertas dificultades de comunicación, no tardaron nada en adaptarse. Les bastó con tan sólo un par de días para movilizar al barrio, para adueñarse completamente de la pulpería con más habitués de la zona. Esto despertó la bronca de los vecinos y trajo aparejado una ola de modificaciones. De todas, la que más repercusión causó fue el renombramiento de la vieja taberna, el nacimiento del Británico.
Los responsables de semejante homenaje fueron tres humildes hombres que provenían de España, conocidos bajo el nombre de José Trillo, Pepe Miñones y Manolo Pos. Ellos hicieron mucho más que mantener intacta la mística del bar, ya que con su esfuerzo y gentileza lograron conquistar el corazón de toda su clientela. Pero, no ocurrió lo mismo con el dueño del local, quien, luego de varios años, tomó la determinación de no renovarles el contrato.
Abatidos y desconsolados por la situación, pintores, fotógrafos y escritores se movilizaron en búsqueda de una solución. No descansaron, no cerraron los ojos ni un minuto. Trabajaron día y noche para que las puertas se mantuvieran abiertas. “Apenas nos enteramos lo que estaba pasando nos preocupamos, pero no bajamos los brazos y luchamos por la permanencia”, recuerda el artista plástico Miguel Ángel Cabezas. Y agrega: “juntamos miles de firmas y hasta realizamos una pintada de 24 horas”.
Finalmente, el paso del tiempo supo compensar el sacrificio. Y aunque ahora muchos miren a los nuevos propietarios con ojos de rencor o desconfianza, no pueden dejar de reconocer que lo más importante es el triunfo de la ideología, en otras palabras, la derrota del poderoso y cruel capitalismo.
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