viernes, 5 de julio de 2013

El cine y todo un mundo de sensaciones

Afortunadamente no soy muy fanática del cine. Ojo, me gusta, pero no soy de esas personas que hacen de él su segundo hogar, de esas personas que de tanto ir ya se conocen al señor que atiende en la boletería. Bueno,  tal vez exagere un poco… Volviendo al tema, quisiera hacer hincapié en el “afortunadamente”, para evitar así cualquier clase de malentendido. Pues no soy ninguna resentida social, ni me abstengo al arte del mundo cinematográfico. Mi problema pasa por otro lado: por las formas de consumirlo.

  El otro día tenía ganas de ir al cine, lo que no tenía era el “con quién”. En ese preciso instante pensé “ya fue, me mando sola”. Sin embargo, después de un análisis exhaustivo, desistí. Lo primero es lo primero. Ante todo se debe evitar el mal momento o, mejor dicho, los malos momentos. Es que ver una película en esas condiciones es todo un proceso que va más allá del sentarse frente a una pantalla gigante y comer pochoclos a cuatro manos.
  La situación no es nada sencilla. Primero se compra la entrada, la ÚNICA entrada. Esa que te hará ganar la compasión de aquel que te la vendió
 
-         Buenas noches ¿En qué puedo servirle?
-         Buenas  noches. Si, quisiera una entrada para ir a ver...
-         ¿Una entrada?
-         Si, una entrada
-         Ahhhh, la otra ya la compraron
-         ¿Qué otra?
-         La otra entrada
-         Pero si vengo sola.
-         Uhh, perdón

    Una vez consumada esa etapa, la etapa de los ojos lastimosos, queda la de realizar la fila y… ¡Qué momento! Uno está ahí solo, como un idiota, esperando que esa vendita puerta se abra, y alrededor hay miles de pajeras felices que te miran como diciendo “Ay pobreeeee”. No, pobre las pelotas ¿Para qué quiero la compañía de alguien si no vengo al cine a hacer sociales?
    Luego, una vez finalizada la película, salen a la luz millones de pensamientos, se descubre el ABC de la cuestión y la soledad te da terrible cross ¿Por qué ocurre? Porque por alguna extraña razón uno tiene esa pelotuda necesidad de comentar lo que vio ¿Con qué sentido? Todavía no lo sé. No creo que cambie mucho la historia repasar lo que sucedió a lo largo de esas dos horas. Es mejor guardárselo como tema de conversación para una futura presa.

   En fin, ni mencionar la infinidad de conclusiones que vienen con el transcurso del tiempo…
   Solo haré énfasis en una. Al principio dije que los que iban mucho al cine llegaban a conocer al que atiende en la boletería. Tal vez la solución está ahí, en ir más seguido y convertir al señor boletero en un terrible acompañante. Incluso hasta se podría conseguir entradas gratis. Por eso digo... Cine allá vamos.

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